El cortisol, el estrés y las cebras

 

El cortisol, la hormona del estrés, está ahí porque puede salvar tu vida. Pero también puede matarte poco a poco.
Quizá no te des cuenta, pero el interior de tu cuerpo a veces se parece a un episodio de Star Trek:
– ¡Toda la potencia a los propulsores principales!
– Capitán, nos quedaremos sin escudo, podrán destruirnos
– ¡Tenemos que arriesgarnos, hay que salir de aquí rápido!
En una situación de peligro, nuestro cuerpo busca energía rápidamente para que podamos pelear o salir corriendo. El cortisol, la hormona del estrés, es responsable de arrancar este mecanismo de emergencia. La glucosa, el combustible de las células se envía a los músculos.
Pero mientras tanto, los sistemas que no son esenciales para salir corriendo se desconectan, no reciben energía. Durante ese tiempo, no funciona el sistema inmunitario, el impulso sexual, la digestión, la regeneración de tejidos, nada que no sea urgente.
El cortisol es necesario. El neurocientífico Robert Sapolsky lo explica de forma genial en su libro «Por qué las cebras no tienen úlcera«. El cortisol nos ayuda a superar un cambio en nuestro equilibrio homeostático. Esto puede ser algo cotidiano como levantarnos por las mañanas, o tan excepcional como salir corriendo delante de un león, y funciona igual en los seres humanos y en las cebras.
Sin embargo, los seres humanos somos especiales. A diferencia de las cebras podemos disparar el mecanismo del estrés por peligros imaginarios, que vemos en el futuro, pero aún no han ocurrido. Así el cortisol se nos dispara constantemente: cuando nos aprietan con una entrega en el trabajo, cuando recibimos una bronca del jefe, cuando tenemos miedo de que nos despidan, cuando no llegamos a fin de mes, cuando vemos las noticias sobre la crisis. Cuando el cortisol está alto constantemente, tenemos estrés crónico.
Este estrés crónico debido a la incertidumbre y la preocupación no provoca por sí mismo enfermedades, pero como anula nuestras defensas, podemos enfermar con cualquier cosa, desde un catarro hasta un cáncer.
La combinación del estrés con el azúcar es fatal para tu cintura. El cortisol potencia los efectos de la insulina, esa hormona que hace que toda el azúcar que comas se acumule en forma de grasa. Especialmente en el caso de la grasa abdominal, tanto en en hombres como en mujeres.
También se ha comprobado que el estrés aumenta la concentración de colesterol «malo», ese que a la larga produce arterioesclerosis y ataques al corazón. En efecto, el colesterol alto no es por comer huevos. Es por el estrés.
El cortisol es fácil de medir. Si crees que estás estresado pide a tu médico que te haga una prueba muy sencilla a partir de tu saliva. Pero lo más importante es defenderte del estrés. Además de hacer deporte y comer bien, cambia de actitud:
 

No

Apuntar en un diario qué causa la situación de estrés, cómo te sientes y qué haces para remediarlo Evita entrar en una espiral  de estrés en la que una preocupación te lleva a otra.
Ejercicios de respiración profunda Tabaco, alcohol, comida basura, drogas
Cambiar o evitar la fuente del estrés si es posible. Aceptarla si no lo es. Huir de la situación, ver la televisión, procrastinar.
Colaborar y pedir ayuda a los demás Tomarla con los demás, echarles la culpa
Mantener el sentido del humor Enfadarse