Así comían los atletas de la antigüedad

Los atletas olímpicos de la antigua Grecia seguían una dieta muy parecida a la del doctor Atkins: grandes cantidades de carne.
¿Qué comían los atletas en las olimpiadas clásicas? Los textos históricos nos dicen que la gente común en la Grecia de aquél tiempo se alimentaba sobre todo de pan, verdura, fruta y pescado. Sin embargo, desde el principio los atletas y sus entrenadores se dieron cuenta de la inflluencia de la dieta en el rendimiento.
Las necesidades de un deportista eran las mismas, entonces y hoy: proteínas para aumentar la masa muscular y carbohidratos para disponer de suficiente energía. Los atletas de la antiguedad provenían de las familias adineradas de Grecia, y se podían permitir comer legumbres y carne. Ateneo de Náucratis habla del famoso luchador Milón de Crotona en su obra El banquete de los eruditos:
“Milón de Crotona comía 20 minas de carne, otras tantas de pan y bebía tres congios de vino».
En medidas actuales, son unos ¡ocho kilos de carne y casi diez litros de vino!
El vino era en efecto una fuente habitual de hidratos, e incluso Hipócrates recomendaba a los atletas “emborracharse una o dos veces” para curarse las agujetas. No sabemos con certeza cuánto alcohol contenía el vino de la época, pero es de suponer que menos que hoy en día. No es la única referencia de atletas que usan bebidas alcohólicas como combustible. Los indios tarahumara de México, incansables corredores, beben litros de cerveza de maíz antes de sus carreras de más de cien kilómetros.
Milón de Crotona también podría haber inventado el entrenamiento de fuerza progresivo. Para ganar fuerza para las olimpiadas, comenzó a cargar con un ternero recién nacido a hombros y caminó con él un estadio. Hizo esto todos los días a medida que el ternero se convertía en un buey adulto. La historia no terminó bien para el buey, según cuenta Ateneo:

«En Olimpia se cargó a los hombros un buey de cuatro años, dio una vuelta con él al estadio y después lo cortó y se lo comió en un solo día”.
Lo cual lleva a pensar que la exageración en las hazañas deportivas no es un invento moderno, sino que tiene una larga historia. Por cierto, el pobre Milón de Crotona murió tontamente a causa de un accidente con un árbol. Intentando partir el tronco se le quedó la mano atascada, y así, inmovilizado, se lo comieron las fieras. Las esculturas y pinturas que hay de él reflejan este triste momento, en lugar de sus hazañas deportivas.
Foto: Milo of Croton, Pierre Puget