Aunque pases el día en una silla, dentro de tu cuerpo el azúcar sube y baja como en una atracción de feria
No toda la comida te afecta por igual.
Por ejemplo, piensa en un plato de arroz blanco. Está compuesto de almidón, que se digiere rápidamente y se convierte en glucosa en tu sangre en pocos minutos. Desde que empiezas a comer, tu páncreas bombea la hormona insulina. La tarea de la insulina es evitar que suba demasiado la glucosa en sangre, y en su lugar enviarla a tus células, que se ponen en modo de almacenamiento.
Hasta aquí todo normal. Así procesa tu cuerpo los carbohidratos.
EL AZÚCAR HACE SUBIR TU INSULINA MUCHO MÁS QUE EL ALMIDÓN. CUANTO MÁS SUBE, MÁS DURA ES LA CAÍDA.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando comes un pastel o bebes un refresco azucarado? Si comes azúcar en exceso, la glucosa en tu sangre sube mucho más que con el almidón, y la insulina se dispara.
Cuanto más alto sube la insulina, más dura es la caída. Al cabo de un par de horas tus niveles están por los suelos.
VAMOS A REPASAR CÓMO ES UN DÍA TÍPICO DE SUBIDAS Y BAJADAS:
7:00 Suena el despertador. Te levantas y desayunas. Mucha gente toma un desayuno dulce, como galletas, bollos o cereales. El azúcar y el almidón de ese desayuno te suben al primer pico de insulina. El café amplifica el efecto.
9:00 Llegas al trabajo y tu glucosa ya está cayendo en picado. Tienes sueño y no consigues concentrarte.
11:00 A media mañana estás en hipoglucemia. Tu cerebro no recibe suficiente alimento, y sientes mareos e irritación. Tu cuerpo entra en estado de alarma. Tienes antojos de comer dulces y si te descuidas puedes caer víctima de la máquina de chocolatinas.
13:00 Llega la hora de la comida y tienes mucha, mucha hambre. Comes rápido, con lo que no te das cuenta de que estás comiendo demasiado. El almidón del plato de pasta y el azúcar del postre te llevan al segundo pico de la montaña rusa.
16:00 Después de la comida te cuesta mantener los ojos abiertos, incluso habiendo tomado café.
18:00 A media tarde tendrás hambre otra vez, y no precisamente de lechuga. La máquina de chocolatinas te llama.
20:00 Llegas a casa con mucho cansancio, a pesar de que no has hecho nada de deporte. Estás otra vez en la parte baja de la curva. Te derrumbas en el sofá y cenas pizza delante del televisor (más harina y grasa). Puede que después tomes algo de chocolate, culminando así la tercera ascensión y caída de tu insulina en el día.
Bienvenidos a la montaña rusa de la insulina.
Durante la noche tu cuerpo no recibe alimento, así que utiliza las reservas de grasa para mantener tu temperatura corporal y el funcionamiento de tus órganos. La excepción es tu cerebro, que no puede quemar grasa, y que obtiene glucosa de los almacenes del hígado.
Mira bien la división horizontal. Cada vez que la insulina entra en la zona superior, tu cuerpo está almacenando grasa. Pero eso no es lo peor. Pasar por esos picos de glucosa todos los días durante años hace que a la larga, la insulina ya no te haga tanto efecto. Te conviertes en resistente a la insulina, un problema que con el tiempo puede terminar convirtiéndose en diabetes.
No desesperes, hay una solución. Si tu problema es un superávit de azúcar, vas a tener que generar un déficit de azúcar.