Los sentidos nos permiten experimentar la realidad que nos rodea, y son muchos más de cinco. Uno de los más importantes es el dolor. Si no experimentáramos dolor, estaríamos en peligro permanente ya que no reaccionaríamos ante las cosas que pueden hacernos daño. Cuando nos damos un martillazo en el dedo hay unos nervios especializados que transmiten la sensación de dolor al cerebro. Esto es totalmente físico.
Sin embargo, hay otra reacción de dolor que es emocional. El dolor físico va acompañado de una explosión de actividad en la amígdala del cerebro, donde se procesa el miedo y la ansiedad. Los científicos han podido comprobar que este otro componente del dolor es mucho más importante de lo que parece.
En un experimento se utilizó un escáner para medir la intensidad de los estímulos dolorosos en el cerebro, y se presentó al paciente en forma de una imagen de llamas que aumentaban o disminuyan con la intensidad del dolor. Visualizarlo de este modo permitió que los participantes aprendieran a reducir su sensación de dolor hasta en un 40%.
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