Ponerse al sol hace que nuestro cuerpo produzca vitamina D, que es imprescindible para nuestra salud. Al mismo tiempo, quemarse la sol produce cáncer de piel. ¿Dónde está el justo medio?
Los australianos saben mucho de una cosa: cáncer de piel. La capa de ozono es más tenue en el hemisferio sur, y allí hay que tener mucho cuidado con el sol.
Sin embargo, tomar el sol también es beneficioso. Tu cuerpo sintetiza la vitamina D en la piel cuando te expones a los rayos UVA del sol. Se ha comprobado que las personas que no se ponen nunca al sol, o tienen la piel oscura tienen un alto riesgo de ser deficitarias en vitamina D. Esta deficiencia y fundamentalmente a los huesos y músculos, pero parece que puede tener relación con el riesgo de padecer cáncer de piel.
En un estudio prospectivo de 11 años de duración entre la población australiana se pudo comprobar que en determinados casos el cáncer de piel aparecía tanto si los sujetos tenían suficiente vitamina D como si no, pero que en algunos casos, un nivel elevado de vitamina D podía prevenir el cáncer de piel. Un estudio anterior pudo comprobar que la exposición intermitente al sol, e incluso un historial de quemaduras solares, estaban asociados a un menor riesgo de muerte por melanoma.
Para una persona de piel blanca, ponerse al sol durante 15 minutos basta para que su cuerpo produzca 10.000 IU de vitamina D, comparado con la cantidad diaria recomendada de 200 IU a través de la dieta, sobre todo del aceite de pescado y los huevos.
Dicho todo esto, las pruebas de que la exposición excesiva al sol aumentan el riesgo de padecer cáncer de piel son abrumadoras. Obtener vitamina D nunca puede ser la excusa para quemarse al sol.
Hay que llegar a un equilibrio. Ponte al sol con protección, o un máximo de 20 minutos sin ella. Al mismo tiempo, comiendo hígado y pescado, o tomando suplementos de vitamina D3 estarás suministrando a tu cuerpo suficiente vitamina D.