El nervio vago es uno de los más importantes dentro de tu cuerpo, si aprendes a mantenerlo en forma, aprendes a estar sano.
A pesar de su nombre, el nervio vago no es un nervio perezoso, es uno de los nervios principales de tu sistema nervioso, y es el responsable de que no te puedas suicidar dejando de respirar voluntariamente. Por mucho que intentes aguantar la respiración, el nervio vago al final toma el control. También controla la tensión arterial, los latidos del corazón, la digestión y otros muchos procesos que te mantienen vivo.
Imagínate que alguien grita a tu espalda y te asustas. Tu corazón se acelera, tu presión arterial sube, tus músculos se contraen, todo tu cuerpo se prepara para salir corriendo o luchar. El llamado sistema nervioso simpático, encargado de la excitación, desencadena todos esos cambios y dispara la producción de las hormonas cortisol y adrenalina.
Cuando el susto ha pasado, tu corazón se calma y tu cuerpo se relaja gracias al sistema contrario, llamado parasimpático. Se segrega noradrenalina, baja la inflamación, disminuye la presión arterial, los músculos se relajan. Pues bien, el nervio vago es quien controla esta respuesta de calma.
Pero si tu nervio vago no está en forma, la relajación no es tan efectiva, y te mantienes alterado durante más tiempo. Esto produce todo tipo de problemas: estrés crónico, inflamación, e incluso se está investigando su influencia en enfermedades autoinmunes.
Mantener el nervio vago te protege contra la inflamación, el estrés y la depresión. Te ayuda a perder peso y a mantenerte activo y activar tus músculos.
En una de estas enfermedades, la artritis reumatoide, se ha comprobado que los pacientes mejoran estimulando el nervio vago artificialmente con electricidad, usando unos implantes parecidos a un marcapasos. El tratamiento funciona mejor y tiene menos efectos secundarios que la medicación.
Es fácil medir el estado de tu nervio vago, o tono vagal. Los latidos del corazón no son constantes, se aceleran un poco al inspirar y se ralentizan ligeramente al espirar. Esto tiene sentido, así conseguimos que el cuerpo aproveche mejor el oxígeno que entra en los pulmones. Esta diferencia está controlada por el nervio vago. Si es mucha, el tono vagal es alto, si es poca, es bajo.
No se sabe bien por qué unas personas tienen un nervio vago más fuerte que otras. Los adolescentes suelen tener el tono alto, pero si no se hace ejercicio, desaparece con la edad. Los atletas y corredores suelen mantener su tono vagal elevado.
Sin embargo, sí se ha comprobado que determinadas prácticas pueden ayudarte a poner en forma tu nervio vago:
- Frío: una de las formas más efectivas. Lo ideal sería meterse en un baño de hielo y aguantar todo lo posible dentro, pero si no tienes genes islandeses, hay una solución mucho más sencilla apuntada en el post Bienvenido a la edad del hielo. Llena una ensaladera con agua y hielo, y cuando esté bien fría, mete la cara el tiempo que puedas soportar. El estímulo será lo suficiente para poner tu nervio vago en forma.
- Deporte: los deportes de fuerza, los intervalos y cualquier esfuerzo físico intermitente enseñan a tu cerebro a controlar el ciclo de excitación y relajación. Los intervalos Tabata o el cardio estratégico son excelentes para este propósito. Cuando aguantas la respiración para levantar un peso, también estás haciendo que trabaje.
- Meditación: no hace falta que te apuntes a clases. Solo con cerrar los ojos y concentrarte en tu respiración durante 10 minutos ya estás meditando y relajándote. Tampoco hace falta dejar la mente en blanco, deja que los pensamientos vengan y se vayan, y sigue respirando.
Foto: digital brain, nerve cell, de Shutterstock, no reutilizar