¡Ding! Cada vez que entra un nuevo mensaje en Outlook o en la Blackberry, un alegre sonidito te distrae, aparece una ventana de alerta en pantalla y sientes la necesidad irresistible de mirarlo. ¿Qué será? Es el principio del fin de tu productividad.
Pasas diez horas en la oficina, y terminas con esa sensación de no haber hecho nada. Son las constantes interrupciones: llamadas de teléfono, colegas que aparecen con preguntas, y el correo electrónico cada dos minutos. Así es imposible trabajar.
Aunque es complicado mantener a raya a las otras personas en la oficina (sobre todo si son jefes), es mucho más fácil controlar las interrupciones que nos imponemos a nosotros mismos. El correo electrónico es la peor de todas.
Para empezar, desactiva los sonidos y alertas. Después, calcula cuántas veces tienes que comprobar el correo al día. ¿Es posible una vez cada hora? Bien, entonces no le dediques más de diez minutos. Tendrás 50 minutos libres para trabajar. ¿Puedes mirarlo tres veces al día? Mejor aún. Supera la ansiedad, no hay nada tan urgente que no pueda esperar. Si hay un incendio en el edificio, seguro que no avisan por correo electrónico.
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